Capítulo 63
Capítulo 63
Capítulo 63
– No tengo idea. Ella se fue del país después de ese día y perdimos contacto desde entonces – explicó Helen mientras negaba con la cabeza. Después, levantó su mirada hacia Elías, algo nerviosa, y le dijo entre lágrimas—: Elías, debes prometerme que no le dirás nada a Anastasia. No quiero que despierte antiguos demonios de su pasado, ¿sí? Además, si se entera de que te conté, solo me odiaría más por eso.
Elías sabia que algo tan horrible como eso debía ser traumatizante para cualquier mujer. Asintió y, en un arrebato de compasión, dijo:
–Prometo que no le mencionaré nada de esto.
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SIO
Helen comenzó a sollozar con su cara hundida entre sus manos, aunque en realidad estuviese sonriendo, tal cual una villana.
«Ahora que Elías sabe sobre tu oscuro pasado, jaún querrá estar con alguien tan sucia como tú, Anasta sia?“.
–Vamos, deja de llorar y descansa un poco. Regresaré a la oficina – comentó Elías mientras le daba unas palmadas en el hombro.
–No te vayas. ¿No te puedes quedar conmigo un rato más? — preguntó Helen mientras le tomaba de la camisa y le miraba con lástima.
Apenas se habia levantado, pero como Helen le pidió que se quedara, le hizo caso y se sentó de nuevo. La conversación le hizo recordar aquella fatidica noche de hace cinco años, cuando había estado tan fu era de sí que terminó aprovechándose de Helen como si fuese un monstruo. Todavía podía escuchar su s sollozos, le perseguían desde aquel entonces. Eran sonidos y tonadas que llegaban de la nada. Tambi én podia sentir como se resistía, tratando de liberarse; pese a todo, nunca se detuvo. La apresó contra su voluntad y abusó de ella.
– Aquella noche… También fue mi primera vez, Elías – murmuró Helen con timidez mientras le miraba tratando de lucir tierna.
–Lo sé contestó con gentileza mientras le asentía. En aquel momento notó las gotas de sangre en el sillón después de que se despertó. Al pensar en eso, solo hizo que quisiera co mpensarle aún más.
–Elias, yo… yo quiero ser tu mujer – añadió con franqueza. Abandonó toda sutileza y confesó sus sentimientos por él.
–Hablaremos de esto después de que te mejores. Tengo muchas cosas ocurriendo en este momento – respondió firme, pero con una mirada cálida.
– Elias, por favor, no me rechaces. Sé que no soy hermosa, pero... yo te quiero. — Ella pudo captar su rechazo detrás de sus palabras escogidas cuidadosamente, pero eso no la detendrí a.
En ese instante, el teléfono de Elias sono, así que se levantó para salir del cuarto.
Tengo que contestar.
Helen observó su figura alta y recta marcharse del cuarto. Frunció, decepcionada, pero no perdía la esp eranza de algún día llegar a ser su mujer. Por otro lado, la persona que había llamado era Eva. Ella había esperado por mucho tiempo a que Anastasia llegara, pero cuando la invitada de honor nunca se presentó, comenzó a preocuparse y decidió llamar a su nieto para que le diera una explicación.
— Elías, ¿por qué no ha llegado aún la señorita Torres?
–Algo pasó camino para allá, abuela. Iremos a verte mañana.
–¿Qué pasó?
–Algo que tiene que ver conmigo.
–iBueno! Vengan mañana temprano. iMejor aún, deberíamos comer juntos!
–Muy bien, me encargaré de eso en este momento –respondió Elías con respeto.
Colgó la llamada y se detuvo por un instante. Se giró para regresar al cuarto del hospital. Una vez abrió l a puerta, se dirigió hacia Helen y le avisó:
–Me necesitan en la oficina, así que me retiraré por ahora. Descansa.
– Muy bien–comentó Helen, sin atreverse a forzarle a quedarse con ella.
Elías asintió, aliviado, y se retiró del hospital. Mientras tanto, Anastasia había regresado a la compañía, pero todo el viaje le había to embargo, apenas había comenzado cuando su teléfono sono. Contestó la llamada y pregunto:
–Hola, ¿quién habla?
–Soy yo –contestó Elías.
–Oh, miren quien volvió. Helen al fin le dejó ir? —preguntó Anastasia mientras levantaba una ceja.
–Reorganicé tu reunión con mi abuela para mañana.
– Bueno, entonces, mientras haya hablado con ella. De cualquier forma, tengo trabajo que hacer en este m All content © N/.ôvel/Dr/ama.Org.
–Me gustaría invitarte junto con Alejandro a cenar –ofreció Elias de repente.
–No, gracias
Anastasia no estaba de humor para seguir entreteniéndolo por más tiempo, sobre todo después de habe oportunidad que tuvo y dejarla a morir en el abismo.
Si Alejandro no existiese, Anastasia no podría imaginarse qué la hubiera podido salvar de la agonia que p