Capítulo 85
Capítulo 85
Después de conocer a la familia Yllescas y a Sofía, la abuela Zesati finalmente se tranquilizó.
Sofia no era de las que se encandilan con el dinero.
Por eso, la abuela Zesati no queria seguir ocultando nada y decidió sincerarse con ella.
Inicialmente pensó que si la familia de Gabriela era de las que se deslumbran por el dinero y están dispuestas a vender a su hija por conveniencia, ella le daría su apoyo a Gabriela.
¡Ayudaría a Gabriela a independizarse de su familia de origen!
Gabriela sonrió y dijo: “Abuela Zesati, ya estamos en el siglo XXI, ¿quién habla todavía de
comprometerse de esa manera? Por cierto, ¿dónde vive usted? Voy a pedir un taxi para llevarla a casa.”
La abuela Zesati tomó la mano de Gabriela, “No hace falta, Gabi, en un rato nuestro conductor vendrá a buscarme.”
Gabriela se quedó un poco sorprendida.
No había tomado en serio cuando la abuela Zesati mencionó que su familia tenia minas. ¿Acaso la anciana realmente tenia una mina en su familia?
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La abuela Zesati continuó: “Gabi, te lo digo en serio! ¡Nuestra familia tiene minas! ¡Y mi nieto es realmente atractivo! ¿No considerarias a mi nieto?”
“Abuela Zesati, aprecio su buena intención, pero todavia soy joven y de momento solo quiero enfocarme en mis estudios.”
La abuela Zesati respondió: “Estudiar por un lado y el amor por otro, son cosas diferentes. Mi nieto era un súper cerebrito en la escuela, si ustedes dos se enamoran, él puede ayudarte con los estudios, encargarse de calentar tu cama, y si te sientes triste, hasta puede arrodillarse con un durian para ti. ¡Sería beneficioso de todas maneras y de esa manera matariamos dos pájaros de un tiro!”
“Si su nieto es tan destacado, seguramente encontrará a una chica aún mejor.”
“¡Para mí, Gabi, tú eres la mejor chica del mundo! Nadie más es digno de mi nieto, excepto tú.” De hecho, la abuela Zesati incluso pensaba que Sebastián no era lo suficientemente bueno para Gabriela..
Sebastián, aparte de tener algo de dinero, ser atractivo y un cerebrito, no tenia otras cualidades destacables.
Era joven pero parecia viejo, siempre estaba rezando y ayunando, aburrido como una calabaza. Casi treinta años y ni siquiera habia tocado la mano de una joven, tan inocente como un tonto.
Si no fuera porque le gustaba Gabriela, la abuela Zesati no se molestaría en traerla para que sea la esposa de Sebastián.
¡Era una gran abuela era!
¡Era la mejor abuela de todo el país Torreblanca!
Gabriela se sintió un poco avergonzada por los elogios de la abuela Zesati y se tocó la nariz, “Abuela Zesati, el amor es asunto de dos personas y estoy segura que su nieto al ser tan destacado debe tener sus propios planes…”
“¿Qué planes puede tener? ¿Cómo se atrevería a tener algún plan? Si se atreve a tener algún plan, e rompo la cabeza y le fracturo las piernas.”
Capitulo 85
La abuela Zesati, queriendo aprovechar el momento, insistió: “Así que, Gabi, ¿quieres un marido? Solo di la palabra y enseguida te lo traigo.”
Gabriela: “…No, gracias.”
La abuela Zesati corrigió: “Gabi, te equivocaste de respuesta. Deberías decir ‘¡Pues tráelo!‘ y luego yo envolvería a mi nieto mayor y te lo llevaría…”
Al terminar, la abuela Zesati agregó:
“No importa si no lo necesitas ahora, cuando quieras un esposo, solo dímelo y de inmediato te llevaré a mi nieto envuelto y listo.”
“Está bien.” Gabriela asintió sonriendo.
“¿En serio?” Los ojos de la abuela Zesati se iluminaron, y sin esperar la reacción de Gabriela, extendió su meñique hacia ella, “Gabi, hagamos un trato, quien rompa la promesa, será un perrito.”
La joven extendió su meñique y entrelazó su dedo con el de la abuela Zesati. Sus manos eran delicadas y pálidas, en claro contraste con las de la abuela Zesati.
La abuela Zesati, como si fuera una niña, repetía, “Un pacto es un pacto. Ni cien años serían suficientes para cambiarlo.”
Gabriela respondió con una sonrisa: “Sí, no lo cambiaré ni en cien años.”
Justo en ese momento, un coche se detuvo al otro lado de la calle.
Un Maybach muy discreto.
¡Parecía que la familia de la anciana realmente tenía una mina de oro!
El conductor bajó del auto y abrió la puerta con respeto, diciendo: “Señora.”
La abuela Zesati asintió con la cabeza, se volvió hacia Gabriela y dijo, “Gabi, nuestro chofer ha venido a buscarme, me voy a casa.”
“Adiós, la abuela Zesati.”
“Hasta luego.”
La abuela Zesati se acomodó en el asiento trasero y le habló al conductor, “Salazar, ¿no te cansas de conducir todos los días? ¿No estás agotado?”
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